Cuando los tiempos eran más favorecedores para todos, mi familia y yo viajábamos con cierta regularidad, el destino predilecto para mi papá, quien era siempre el gestor de los viajes, tomando en cuenta siempre los deseos de sus 3 hijos, era la ciudad de Los Angeles, California.

Todas y cada una de las etapas nos emocionan por igual, desde la preparación cuidadosa del equipaje, dejando siempre espacio para un souvenir, la hamburguesa sobrevaluada del aeropuerto, que  sabe mejor en esa sucursal, pues siempre tiene esa sazón extra de ilusión y aventura.

Siempre hay un checklist en la cabeza de los pasos a seguir, documentar, abordar, escuchar el speech del staff, el saludo casi siempre inaudible del piloto, abrochar el cinturón de seguridad y husmear en el compartimento de las revistas, sacar la hoja de instrucciones en caso de desastre, el despegue, que a mi invariablemente siempre ha dado miedo y por último, en aquellos tiempos, un refrigerio perfectamente montado en una charolita con divisiones, acompañado de una bebida, fría como el aire helado del avión, un vasito de plástico y cubiertos de plástico envueltos en una bolsita. 

Terminar cada una de estas tareas significa que estamos  más cerca del destino.

Aterrizamos siempre con una ligera angustia de cual será el humor del agente migratorio y la incertidumbre de si va o no, a hacerla de pedo. Siempre hemos pasado sin mayor problema.

El penúltimo paso de este proceso es recoger el equipaje, me gusta el aroma a plástico de las  mezclado con el gas R410 del aire acondicionado. Un aroma agridulce, pues es el que marca tanto el principio, como el fin de la aventura. Por último, para decretar que el viaje ha finalmente comenzado, es pedir un taxi e ir al hotel, ya estamos, literalmente, del otro lado.

A la mañana siguiente nos levantamos apresurados, y nos dirigimos al destino, al cual podemos llegar caminando y cada paso que damos nos carga de un poco más de adrenalina. Una vez ahí, sudados del trayecto asfaltico, damos el último empujón, compramos los boletos y nos adentramos a la entrada, donde nos recibe un enorme jardín, lleno de flores impecablemente cuidadas formando una  silueta…Una silueta de Mickey Mouse.

Finalmente estamos en Disneyland, lo primero que nos recibe es una avenida ambientada en temas clásicos americanos, donde simplemente te sientes en otra época. Es una experiencia envolvente de principio a fin, la ambientación musical, los aromas, los colaboradores de disney que están totalmente comprometidos con su personaje, además de ser sumamente amables tienen total y absoluto conocimiento de cualquier petición que les hagas. La epítome del customer service.

Todo lo que está dentro de este parque está enfocado a dos cosas,y dos cosas solamente, una de ellas es transportarte, por unas horas, a otro universo cuidadosamente creado para que te sientas en otra realidad. Y la otra es muy simple: Que te diviertas.

El parque está dividido por secciones, fusionadas perfectamente entre sí, de modo que cuando empezabas a sentirte en los 40s, cuando el algodón de azúcar el el máximo deleite, pasas a ser un astronauta destruyendo alienígenas de juguete, para a la salida degustar una pizza galáctica al lado de Buzz en Pizza Planeta. Avanzas un poco y sin darte cuenta estás a punto de emprender otro vuelo, ahora de la mano de Wendy y Peter Pan, a la sombra del castillo de Cenicienta, mismos personajes que encontrarás a lo largo de tu recorrido por el parque, siempre esbozando una sonrisa y con entera disposición de fotografiarse contigo.Cabe destacar la complejidad de la caracterización que tiene cada uno de ellos.

Hay muchas atracciones, pero si, si tengo una favorita :Splash Mountain, o ´´El Splash´´ como afectuosamente lo nombramos mis hermanas y yo. Ambientada en los pantanos del sur de Estados Unidos, te transporta a otro ecosistema desde antes de llegar siquiera a la fila, comienzas a sentir la brisa de la cascada, todo se siente fresco y frío. 

Cuando tu turno se acerca, puedes ver y casi saborear el viaje, pues ya visualizas a los que viste desde el principio de la fila, subir al vehículo, que como todo ahí, está perfectamente conceptualizado en forma de tronco. 

Es nuestro turno, inicia el viaje; cuenta una breve historia de una película, donde tú como espectador y usando tu imaginación tienes que ayudar a rescatar al protagonista. El recorrido termina con una caída en picada por una cascada, la cual clima con tus ropas empapadas, y una algarabía de haber sobrevivido a la fila. El recuerdo queda inmortalizado por una fotografía tomada al momento de la caída, que por una módica cantidad puedes adquirir en la gift shop, por una módica cantidad. Siempre las compramos.

Al caer la noche, agotados física y mentalmente por el jolgorio y la sobrecarga audiovisual, Disneyland tiene un refrescante espectáculo nocturno: Fantasmic.

Fantasmic se materializa a la orilla del agua, frente a una pequeña isla. Hay que apresurarse para llegar a tiempo y encontrar un buen spot para el show, una vez instalados, y como diríamos en México, ´´cuidando rancho´´, no queda más que esperar.

De pronto, y terminando de golpe la espera, se apagan todas las luces, solo podemos apreciar la isla con una luz tenue y morada…. Una voz amable, y contenta nos invita a formar parte de un espectáculo creado con la imaginación de los sueños de Mickey, pero hay que tener cuidado, nada es más poderoso que la imaginación, pues puede ser una gran aventura, o una oscura pesadilla…¿Será la imaginación de Mickey lo suficientemente poderosa para combatir las fuerzas malignas que invaden su sueño? Estamos a punto de descubrirlo, solo queda unirnos a Mickey, y vivir la experiencia Fantasmic!, un viaje más allá de la imaginación.

La música tenue anuncia el inicio del espectáculo, cuando de repente se ilumina el centro del escenario y aparece Mickey, y con la magia que lo caracteriza comienza a invocar chorros de agua perfectamente sincronizados con la música, para después materializar unas enormes pantallas, ahora estamos en Fantasía, y Mickey se transformó en aprendiz de mago, pero ahora está en esas pantallas, creadas con una tenue brisa, al igual que el poder de Mickey…

El show es una mezcla de un poco de todos los elementos de Mickey, y esta vez estamos adentrándonos al Libro de la selva, pero cuando menos lo esperamos ya estamos con Timón, Pumba, Simba comiendo bichos, para después estar bajo el mar con Sebastián, en un parpadear estamos sentados en la mesa de Bella viendo platos y copas bailarinas.. Cuando de repente aparece un baile de elefantes psicodélicos bailando al ritmo de guitarras rockeras que nos distraen mientras aparece la Oruga azul GIGANTE, que llena el escenario con el humo de su pipa, presentándonos una invasión de personajes… Ahora estamos en el país de las maravillas.

Pronto vuelve Mickey, está peleando contra las aguas, no puede controlar bien su magia, y terminó siendo tragado por una ballena gigante, pero parece  Pepe Grillo, anunciando la llegada de las princesas que vienen acompañadas cada una de su príncipe, todas tripulando un enorme barco a vapor, dicen que lo veamos en nuestra mente, y encontremos en la imaginación, misterios y magia, deseos fantásticos, que nos llevan a una  fábula ancestral, un sueño hecho verdad, que podemos vivir  fuera del agua, tener esa fabulosa visión, el sentimiento divino, que baja y sube y lleva hasta un mundo ideal.

Se nos advirtió que nuestra imaginación puede convertirse en una pesadilla, y es aquí cuando llegan las brujas en y los villanos a aterrorizar a Mickey, guiadas por la bruja de Blancanieves y Maléfica comienzan a conjurar un hechizo para invadir su sueño, acompañadas de Scar Yafar, Hades y todos los villanos de disney, que podemos ver en esas cortina de agua, que ahora se sienten tibias por el fuego. Después de un aterrador recorrido perseguidos por los villanos, llega el dragón lanzando llamaradas, que a pesar de estar a gran distancia de nosotros, podemos sentir frente a nosotros,  parece que todo está perdido….

Pero este es el sueño de Mickey, quien ha venido a salvarnos del mal, y con una espada lanza un hechizo mágico que termina con el dragón, y podemos ver cómo uno a uno los villanos son derrotados. Se apagan las luces… al parecer todo ha terminado.

No podíamos estar más equivocados. pues Tinkerbell nos tiene una sorpresa, y desde el agua y al sonido de trompetas anuncia la llegada del barco a vapor, esta vez pilotado por el primer Mickey, ahora en blanco y negro, acompañado de todos y cada uno de los personajes que viste a lo largo del recorrido, bailando, saludando y presentando el final de espéctaculo. 

Desaparece el barco y todo el escenario se llena de fuentes, luces y  fuegos artificiales, se apagan todas las luces y aparece el aprendiz de mago en la cima de la isla, lanzando fuegos artificiales de sus manos, para desaparecer y reaparecer al pie de la isla recordándonos:

Un poco de imaginación… 

¿No?

El Tercer Millennial

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