CHALA HEAD CHALA

El cielo resplandece a mi alrededor, alrededor…

Para nosotros fanáticos de Goku, estas 7 palabras, igual que las 7 esferas del Dragón, marcaron el momento que habíamos esperado desde el día anterior y desde hace algunos años, puedo decir, con toda seguridad, que al escucharlas sentimos como se nos erizaba la piel al decirnos que sólo escuchemos a los sueños que hay en nuestros corazones.

Ver a Gohan correr entre las montañas, con su sombrerito, la esfera de 4 estrellas y la nube voladora. Todo esto marcaba el inicio de un capítulo nuevo de Dragon ball.

Para algunas preocupadas madres, eran sólo monos chinos, que peleaban una y otra vez desmembrando alienígenas y haciendo cosas explotar con la mente. Lo que ellas no sabían es que dentro de nosotros estábamos dándole nuestra energía a Goku, y no me dejarán mentir, más de alguno de nosotros alzamos las manos al cielo frente al televisor,  para brindarle  un poco de nuestra energía y juntos hacer la gran Genkidama.

Era una historia envolvente, para los que la seguimos desde el principio, que comenzó con un niño solitario en el bosque atesorando una esfera, que él creía contenía el espíritu de su abuelo. Fue ahí cuando Bulma conoció a Goku y desató la búsqueda; que hasta le fecha continúa, en otros universos; por las esferas del dragón, las cuales al ser reunidas podían invocar a Shenlong, quien era capaz de conceder un deseo.

Siempre que lograban juntarlas me preguntaba a mi mismo ¿Yo qué pediría?… A mis escasos 13 años, mis deseos eran fantasiosos, pero Goku se encargaba de mostrarnos que no se debían de usar para nuestro beneficio personal. Así se pasaban temporadas enteras, buscándolas con el sólo fin de ayudar a los demás, de revivir a sus amigos caídos en batalla, aunque a veces, sólo querían unas simples pantaletas.

Dragon ball no eran solamente batallas y conflictos, siempre había tintes graciosos, muy al estilo japonés que amenizaban el periodo entre los enfrentamientos. Además, no puedo dejar de mencionar una de mis cosas favoritas de la serie; Capsule Corp, una empresa dedicada a producir una tecnología maravillosa que permitía tener en tu bolsillo, desde una motocicleta hasta una nave capaz de atravesar el universo para emprender la búsqueda de las esferas. Yo fantaseaba con tener una piscina siempre disponible en mi bolsillo.

Era increíble ver como Goku, a quien la suerte le ponía cada vez enemigos más terribles y aparentemente insuperables, lograba vencerlos una y otra vez; pero aún cuando era derrotado, siempre estaban sus amigos a la espera, para darle unas semillas del ermitaño para curar sus heridas.

Al haber nacido en el planeta Vegeta; Goku, con sangre sayayín, ya poseía una ventaja sobre nosotros terrícolas; sin embargo esto no le impedía seguir mejorando, entrenando y superándose cada vez más a sí mismo; buscando nuevos maestros, nuevas técnicas, a lo cual ni siquiera la muerte misma lo detenía.

El siempre encontraba la manera de regresar a la Tierra y salvar al mundo, aunque esto significara recorrer ida y vuelta un millón de kilómetros el camino de la serpiente, donde al final, y no conforme con haber derrotado a los enemigos terrestres, se adentraba en el torneo de las artes marciales del otro mundo, para así volverse aún más fuerte y volver a salvarnos de los invasores.

La serie, con más frecuencia de lo que deseaban nuestros corazones, nos daba una fría lección de paciencia y tolerancia a la frustración; ya que, sin previo aviso y después de haber derrotado a las fuerzas especiales Ginyu, haber perdido a más de la mitad los combatientes y en la etapa final de la batalla contra Feezer  a punto de desatar el último combate, justo después del emotivo opening nos regresaban, cruelmente, al inicio de la temporada.

Sí… jugaban con nuestros sentimientos, pero esto a su vez nos daba la oportunidad de retomar algún capítulo que no habíamos visto, ver algún detalle que se nos había escapado o simplemente volverlo a ver y revivir la experiencia de nuevo.

Goku aprendió muchas técnicas, enseñadas por varios maestros; de Kame Hame Ha, del Maestro Roshi, de Kaio Ken, de Kaio del Norte… Pero él, solo;  logró convertirse en Super Sayayín, a través de su esfuerzo, de entrenar duro defendiendo una y otra vez al universo de toda amenaza posible y después de la batalla, siempre todo terminaba con una sonrisa.

A nosotros nos enseñó que puedes volar sin ayuda de una nube, que podemos elevar nuestro Ki hasta donde queramos y que, poniendo los dedos en la frente y cerrando los ojos, puedes ir a donde quieras.

Es por eso que cuando las cosas se ponen mal, cierro los ojos, pongo dos dedos en mi frente y veo como un volcán hace erupción, derrite un gran glaciar y veo de cerca un gran dragón…

Chala-Head-Chala…

El Tercer Millennial que hoy se siente Sayayín…

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Dragon ball fue la primera estimulación homoerótica en mi vida. He de confesar que en reiteradas ocasiones hice mío a Vegeta en mis pensamientos

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